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Sociedad, energía y futuro

Avanzando hacia un Futuro Sostenible: Desafíos y Oportunidades en la Transición Energética

En la encrucijada existente entre los avances de la sociedad moderna y el cuidado del medio ambiente, se ha erigido un desafío monumental: la transición hacia un futuro energético sostenible. Este imperativo global nos exige reconsiderar nuestra relación con la energía, redefinir nuestras prácticas y repensar nuestro papel en la preservación del planeta.

La adopción masiva de fuentes de energía renovable, como la solar y eólica, es fundamental para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y mitigar los efectos de la acción humana. Esta interacción con nuestro planeta pone en riesgo los propios límites planetarios. Este concepto desarrollado en 2009 por un grupo de científicos dirigidos por Johan Rockström, director del Stockholm Resilience Centre, y Will Steffen, investigador principal en el Australian National University; describe los nueve procesos biofísicos fundamentales que regulan el funcionamiento del sistema terrestre y que, una vez cruzados, podrían poner en peligro la estabilidad del entorno planetario. Estos límites representan los umbrales a partir de los cuales existe un riesgo significativo de un cambio abrupto e irreversible en el sistema de la Tierra, lo que podría resultar en condiciones ambientales menos favorables para el desarrollo humano y la vida en general. Y el cambio climático solo es uno de ellos. Además de este, y la pérdida de biodiversidad, hay indicios de que estamos cerca de superar otros límites, como la acidificación de los océanos, la alteración del ciclo del nitrógeno y el fósforo, y la pérdida de la capa de ozono estratosférico.

Todos los cambios necesarios para conseguir avanzar como civilización, y pasar a una neutralidad climática respecto al consumo, uso y obtención de la energía, requiere unos cambios profundos y que nos enfoquen a una sostenibilidad real de la humanidad en nuestro planeta azul.

Sin embargo, este camino hacia la sostenibilidad no está exento de obstáculos. Uno de los principales desafíos que enfrentamos es la resistencia y los conflictos asociados con la implantación de infraestructuras renovables. La oposición local, las preocupaciones estéticas y los desafíos regulatorios pueden obstaculizar el progreso, pero no pueden detenerlo. Es crucial abordar estas preocupaciones con empatía, transparencia y compromiso, involucrando a las comunidades en el proceso de toma de decisiones y brindando información clara sobre los beneficios a largo plazo de la energía limpia.

Ejemplos del llamado “NIMBY” por su acrónimo en inglés (not in my backyard) nacido en los 80 en Estados Unidos con la relación de los residuos nucleares, hoy afecta a la implantación de renovables. Esta oposición de comunidades locales afectadas por proyectos, principalmente eólicos, lleva a la confrontación en cuanto a la ubicación, pero no se produce una oposición propiamente dicha a la tecnología. Se produce por motivos medioambientales, de impacto estético o de costumbre de uso de una zona concreta, que afecta a esa comunidad. Las medidas para gestionar estos conflictos derivados de relaciones con la incidencia económica, la participación en la concesión de permisos, son fundamentalmente trabajar los vínculos con estas comunidades antes de la ejecución del proyecto, poner sobre la mesa sus intereses en reuniones y debates con los promotores, y hacer un buen seguimiento de la información local y online, evitando las famosas y omnipresentes fakenews.

Además, la transición energética requiere una revisión profunda de nuestros sistemas y estructuras existentes. Los gobiernos deben comprometerse con políticas audaces que fomenten la inversión en energías renovables, promuevan la eficiencia energética y establezcan objetivos ambiciosos de reducción de emisiones. Es imperativo que las instituciones gubernamentales trabajen en colaboración con el sector privado, la sociedad civil y la comunidad científica para desarrollar estrategias integrales y coordinadas que impulsen el cambio a escala global.

Pero más allá de los cambios en las estructuras ejecutivas, la transición hacia un futuro sostenible también exige una transformación cultural y del pensamiento. Como sociedad, debemos adoptar un enfoque holístico hacia la energía, reconociendo su interconexión con todos los aspectos de nuestras vidas. Desde nuestras elecciones individuales hasta nuestras políticas colectivas, cada acción cuenta en la construcción de un mundo más limpio y equitativo. Al estar inmersos en esta transición, debemos tomar conciencia de la necesidad de un cambio de paradigma, rápido y buscando la sustitución y electrificación cada vez mayor de nuestro sistema energético, ya que esas son las vías más eficaces para bajar nuestro ritmo de producción de gases de efecto invernadero. Pero, además de un cambio tecnológico y de sistema, debemos implantar esos cambios en la conciencia colectiva.

Todo es energía, nuestros desplazamientos, el consumo de nuestras casas y elementos tecnológicos. Actualmente el 56% de la población mundial vive en ciudades y se concentra cada vez más en grupos de población en crecimiento. Según datos de la ONU en 2050, más del 66% de los 10.000 millones de personas que poblarán el planeta lo harán en grandes urbes. Las nuevas realidades en cuanto a la organización urbana demuestran que las ciudades sostenibles del futuro deberán organizarse en torno a un uso reducido de vehículos privados, con más zonas verdes y mejores conexiones de transporte público. Un enfoque que pasó a estar de plena actualidad durante la pandemia de Covid-19 en 2020, en la cual nos vimos expuestos a la reducción del acceso a ciertos servicios básicos.

Ya existen modelos reales de este planteamiento. Un ejemplo, es el de la ciudad de Portland, en Estados Unidos. La caída de un 20% del tráfico rodado tras la implementación de un perímetro de 20 minutos de acceso a las principales interconexiones diarias de los ciudadanos, llevó al incremento de 1.200 millones de dólares en el comercio local, y un descenso en el consumo energético de combustibles fósiles (con una importante reducción de emisiones asociada).

¿Y qué futuro buscamos en este camino?

Las sociedades del futuro serán probablemente tan distintas a la actual, como ahora nos parecen las del pasado. Cambios en la cultura y en la política, en las relaciones supranacionales y en nuestro día a día. Pero tenemos por seguro que el futuro es net zero, y la neutralidad climática, uno de los pilares de la humanidad que viene, por una cuestión de pura supervivencia de nuestra especie. Hoy vivimos los primeros pasos de esta transición energética, pero el futuro puede aportar nuevas soluciones y tecnologías que nos ayuden a cambiar materiales escasos y complejos, por nuevos materiales que se integren en una economía circular y que permitan avanzar a modelos energéticos lo menos contaminantes posible. Hasta entonces, debemos aceptar nuestra realidad actual y proyectar los cambios, con sus estrategias a largo plazo, pero aplicando soluciones escalonadamente, cambiando los combustibles fósiles por otras vías de obtención de energía, fundamentalmente eléctrica, y transigiendo hacia una convivencia con una realidad social de cambio y adaptación.

Es hora de actuar con determinación y visión, porque el futuro de nuestro planeta depende de ello.